15.9.12

La Historia de Patito


Cierta mañana del mes de marzo, la señorita pata no quería empollar huevos. Porque solamente había recogido uno solo. Sus bondadosas amigas le dijeron que ellas le prestaban algunos. La señorita pata recibió seis huevos para completar la camada normal.
-pero que pata, si no ha podido recoger mas de un huevo, ¿Qué clase de mama pata será?- dijo en voz baja una amiga.
- pero recuerden que va a hacer su primera cría, y pueden salir unos patitos muy bonitos y valientes- murmuro la otra.
Todas las amigas la observaban, mientras ella calentaba sus siete huevos.
Llego el día en que deberían salir los patitos. Pero solo picoteo un solo huevo y salió el patito.
-que pato mas feo y horrible-dijo una.  
- mas horribles serán sus patos.
Mama pata intento acariciarlo y protegerlo. El patito era flacuchento y de color negro.
-quieta madre, no me toques- dijo patico.
La mama decepcionada fue a cuidar los demás huevos. Los había descuidado por proteger a su propio patito.
No tardo en abrirse los demás huevos. Salieron del cascaron uno por uno. Eran muy bonitos y decentes. Saludaron a su madre con gran alegría.
Enseguida el patito feo les dijo a sus hermanos – mucho cuidado con lo que hacen, yo nací primero y ustedes tienen que obedecerme.
-pero hijo si…..- intento decir la pata.
-haga silencio. No he pedido tu opinión- respondió patito.
Transcurrido el tiempo y la actitud de patito no mejoraba.
Se creía el dueño del pato. Le gustaba hacer bromas a sus vecinos. Los vecinos se iban a hablar con pata furiosos.
-préstele atención al pato horrible.
-que puedo hacer-respondió pata.
Frénelo o acaso no eres su madre- respondieron los vecinos.
-no……e  bueno…….si….pero…..pero no se como-contesto pata.
-eso es problema tuyo- contestaron los demás.
Pata intento muchas veces hablar con patito, pero no la escucho.
Un día decidió irse del patio porque creía que era muy pequeño para el. Arreglo su equipaje y se despidió de su madre con una voz mu fuerte.
-madre me voy. Este patio es muy pequeño para mí.
Buscare un patio que sea digno de mi presencia, que hayan muchos animales para mandar.
-ojala encuentres lo que buscas-respondió pata con voz dulce y triste.- por supuesto-hablo patito.
Se marchó sin mirar atrás.
Se felicidad no duro mucho. Llego a una granja de gallos de pelea. Estos le pegaban todo el tiempo. Intentaba no dejarse, pero los demás estaban muy bien entrenados. Nunca pudo con ellos. Cansado y aburrido, un día decidió irse.
Llego a una granja, donde había muchos perros. Lo seguían todo el día y le arrancaban las plumas de la cola. Se marchó de ese lugar. Llego a otra granja en donde solamente había gallinas. En esta granja, las miro a todas muy indefensas. Con mucha comida. Se quedó ahí. Patito ya había crecido mucho y se volvió más fuerte. Entonces, las dominaba con gran facilidad. Muy pronto el amo se dio cuenta que el pato se le estaba comiendo la purina y el maíz a las gallinas. El amo decidió cazarlo. Patito era muy hábil y escurridizo. Se marchó diciendo.
- malditas gallinas. Que se creen. Como fueron a acusarme con su amo.
Se sentó en un estanque.se le acerco una paloma blanca y bonita.
-         Si quieres que te vaya bien, se generoso. No intentes gobernar – dijo la paloma.
Patito pensó en las palabras de la paloma y reflexiono. Volvió a la granja de las gallinas y les pidió perdón. Las gallinas sin dudarlo ni un instante lo perdonaron, lo abrazaron y les dijeron.
-         El que se arrepiente de corazón, tiene nuestro perdón.
-         Gracias, gracias por perdonarme después de lo sucedido – respondió patito marchándose.
Llego a la granja de donde había salido he hizo lo mismo con sus vecinos. Pidió perdón.
-         Si no vuelves a tratarnos mal, y comprarlos con un panal, te perdonamos – dijeron los vecinos.
-         Lo hare – respondió patito.
Entre todos le dieron la bienvenida. Luego se fue a casa, abrió la puerta. Todos los hermanos y su madre se le abalanzaron, lo abrazaron y lo felicitaron tan cambiado y generoso. Así concluyo la historia de patito, en donde todos vivieron felices por siempre.

7.9.12

HANSEL Y GRETEL EN LA CIUDAD


Gretel estaba cansada de encontrar la nevera sin nada que comer porque Hansel pensaba sólo en su estómago.  Muy hambrientos salieron a buscar comida al supermercado. Tomaron la canasta y la lista de compras.


Al llegar al lugar, comenzaron a llenar el carrito con muchos alimentos. Empacaron frutas, verduras, granos y muchos dulces. En el momento de cancelar echaron mano a su bolsillo.
-Hansel, dame el dinero. No lo tengo en mi bolsillo.
-Yo no tengo hermana.-dijo Gretel angustiado.
-A ver jovencitos, ¿Quieren jugarme una broma?-dijo molesta la cajera.
-No señora de ninguna manera. Olvidamos traer el dinero.
Hansel y Gretel apenados salieron del supermercado. Ya se estaba haciendo de noche y preocupados por volver a casa se perdieron. Gretel, pasó por la vergüenza de pedirle a un señor muy elegante una moneda para llamar a su padre. Se dirigieron a la primera cabina telefónica. El aparato sonó y sonó hasta que la voz de su madrastra contestó:
-Buenas noches, ¿Con quién tengo el gusto de hablar?
-¡Hola! Somos Hansel y Gretel.-dijo la jovencita apurada- No sabemos en qué parte de esta inmensa ciudad nos encontramos. Creo que nos hemos perdido. Además, ¡No tenemos dinero!
-¡Cálmate nena! Tu padre no se encuentra en casa y yo lamentablemente no me siento de ánimo para salir a buscarlos. Yo no los obligué a que salieran de la casa. Además, no tengo dinero para tirar al cielo. Ya saben cómo está la situación.
-Precisamente salimos a conseguir algo de mercado. No entiendo por qué nos hablas de esta manera.
-En realidad no entiendes.-dijo la mujer riendo a carcajadas.- Obviamente me han hecho un favor. Ahora tendré la atención de tu padre sólo para mí. Creo que la llamada se cortará. Hasta nunca.
Recorriendo las estrechas calles de la ciudad, los chicos sentían mucha hambre y frío y no tenían donde pasar la noche. Además, se dieron cuenta que se acercaba una gran tormenta. Apurados tocaron la ventana de una pastelería que estaban cerrando.
-Niños… ¿Qué hacen a estas horas de la noche por aquí? -dijo la señora de pastelería- pasen por favor, se van a resfriar.
-¡Gracias señora! Usted es muy amable -dijeron los niños.
-Siéntense niños, tengo unos deliciosos pastelitos recién salidos del horno.
Ellos sin pensarlo los tomaron y se los comieron todos sin dejar ni una migaja en la mesa. Veían a la señora como un ángel que llegó para ayudarlos. Era robusta, de cabellos lacios y de nariz fina y puntiaguda. La señora Mazabelina Los dejó dormir en la pastelería con la condición de que le ayudaran al día siguiente a hacerle publicidad a su negocio.
Muy temprano, los niños se levantaron  contentos a asear el lugar. Llegó la señora y vio que todo estaba impecable, los pisos parecían espejos y los implementos de cocina estaban perfectamente ordenados.
-¡Todo se ve muy bien! Ustedes son muy eficientes. Tendrán que hacer otro oficio. Me encanta ver los niños disfrazados de panecillos atendiendo a los clientes que vienen a mi tienda- dijo con un tono irónico y malvado.
-¡Pero señora! Usted nos ha hecho un gran favor pero creo que ya estamos a mano. En verdad estamos agradecidos pero queremos regresar a casa.
-¡Eso  es imposible! Ustedes seguirán siendo los que trabajen para que cada día crezca esta tienda.
Los pequeños no tuvieron opción. Disgustados se colocaron esos atuendos. Salieron al frente de la pastelería e invitar a las personas a que siguieran. Se quedaban mirándolos y los carros pitaban burlándose. No quisieron humillarse más. Entonces Hansel  y su hermana entraron a la cocina y se dirigieron a doña Mazabelina.
-¡No aguantamos más! ¡Nos vamos a casa! -dijo Gretel.
-¡No es posible! Yo los ayudé ayer cuando más me necesitaban. Deben obedecerme. -dijo disgustada. – ¡Los niños desobedientes no me gustan!
Mazabelina se enfureció y quería atraparlos. Los niños querían salir de allí. No tenían con qué defenderse así que comenzaron a tirarle la harina, los huevos y toda la crema que encontraron. Mazabelina parecía una torta arruinada en el suelo. Los niños salieron corriendo. Tomaron un bus cualquiera que los llevara lejos. Aun vestidos de esa manera, se reían a carcajadas recordando cómo se veía la señora.
Los niños llenos de risas reconocieron un parque que solían visitar y allí se bajaron. Por fín llegarían a casa de nuevo.

El sueño de Aurora



Una vez más se hizo de noche y no aparecía. Todos en el reino estaban preocupados, aunque ya era costumbre. De tanto que la buscamos la encontramos en el lugar menos pensado. Se había quedado dormida en el pozo donde mi mamá, una criada más del castillo, sacaba agua para lavar los más finos trajes de la princesa y rociar las coloridas plantas del jardín. Y yo, como siempre, le di un pinchazo en sus mejillas sonrojadas.
-¿Por qué siempre me despiertas así? –Me contestó con su orgullosa forma de hablar.
-Pues quién te manda a quedarte dormida en todas partes.
Era una jovencita muy bella,  astuta y con mucho dinero, pero muy orgullosa, caprichosa y dormilona.
Aurora y yo habíamos sido amigas desde nuestra niñez. Nos gustaba divertirnos haciendo travesuras y jugar a las muñecas. Pero ahora hacíamos cosas más interesantes: piyamadas, veíamos películas y salíamos  a bailar. En cierta ocasión estábamos en la pista de baile cuando él entró. Era el joven más guapo, tenía un cuerpo esbelto, con una mirada profunda, y era deseado por todas las princesas del país. En este instante, caminó hacia nosotras. Mi corazón latía aceleradamente y las manos comenzaron a sudar. Mi piel se erizaba, Creí que venía hacia mí para que bailáramos, pero no fue así. Se dirigió con los brazos abiertos a recibir a Aurora que lentamente caía, pues se había quedado dormida. Sentí mucha ira al ver que mi mejor amiga, había robado la atención de mi príncipe, aun coqueteándole al conde Edward Cullen.
Yo le había perdonado muchas veces sus regaños y humillaciones. Pero esto era imperdonable, pensé en vengarme de ella. Y entonces, decidí llamar a las tres ha das que habían visitado a Aurora en el momento de su nacimiento. Ellas atendieron a mi llamado. Yo las esperaba con panquecillos de caramelo que contenían unas sustancias para inmovilizarlas. Ellas muy inocentes y ansiosas las recibieron porque se veían muy provocativas y tenían un aroma tan dulce. Confiadas los probaron y al instante cayeron al suelo. Al lograr mi objetivo tome sus varitas mágicas para darle una lección a mi “amiga”.


Llego el día de la gran fiesta. Los quince años de Aurora. Resonaban trompetas y alboradas.Con el poder que obtuve podía conseguir todo lo que quería. Me vestí  con un traje elegante. Quería llegar más bella que Aurora. Como buena invitada, le entregué un obsequio. Era un perfume especial, que hice para ella. Emocionada se lo aplicó.

En ese momento, como cosa rara ella, comenzó a sentir sueño. Cerró sus ojos azules hasta los próximos cien años. Yo perdí la varita y no pude hacer nada por ella. Pero logré conquistar a mi príncipe y tener hijos.


Hasta este momento esta historia del gran castillo durmiente ha estado en lo oculto. Me siento totalmente arrepentida y dolida de tal hecho tan malvado. Pero hoy estoy decidida a sacar a la luz esta verdad. Tengo la esperanza de que mi hijo menor, Jacob, puede remediar mi mala acción.




El rey Pinocho y Cenicienta



Estaba cenicienta en la plaza de mercado. De pronto miró un afiche con una invitación a un gran baile del rey Pinocho.  En  ese momento pensó en el vestido que luciría esa noche. Pero, se acordó que no tenía zapatos. Inmediatamente abandonó sus compras y se fue donde su amigo, el gato con botas, que cumplía con muchas responsabilidades: vendía productos de maquillaje, finos y delicados vestidos para todos los personajes de los cuentos. Además, hacia el mejor calzado de la época.


-¡Hola gato!

-Cenicienta, que milagro que vienes por acá.-Dijo el gato.

-Milagro de siempre gatito – dijo  cenicienta –Hoy vengo a que me diseñes las más elegantes zapatillas.  Iré a un baile.

-Ahhh ¿Por qué no se las pides a tu hada madrina? –Dijo el gato

-Porque conoció a un genio y se fue a vivir con él a una lámpara. ¿Me  las vas a hacer o no?

-¡Claro! Solo molestaba, querida.


El gato, inmediatamente, se puso a trabajar en las zapatillas de Cenicienta porque debía  enviárselas el sábado en la mañana.


El día había llegado. Al primer rayo del sol, el gato salió a entregar sus pedidos. Le llevó, un chaleco  al sastrecillo valiente, un despertador a la bella durmiente y maquillaje para Blanca nieves. Por  último le dejó el paquete a Cenicienta y agotado se fue a su casa.


Cenicienta había estado todo el día haciéndose el manicure, planchándose el cabello y retocándose en el espejo. Ya faltaba poco para que llegara el carruaje por ella. Así que salió al buzón  a recoger sus zapatillas. Al llegar a la habitación se escuchó un grito tan fuerte que movió la torre de Rapunzel. El gato se había equivocado. Le había empacado unas botas rojas y muy llamativas.


Se sentía enojada, pero no le importaba. Solo le interesaba ver a sus amigas y bailar toda la noche. Cenicienta no tuvo otra opción que colocárselas. Ya era muy tarde y no tenía zapatillas que resistieran sus pasos de salsa.


La chica que era conocida por el mejor calzado llegaría con un diseño muy diferente. Entró al salón y miró a los siete enanos cantando felices y a Hansel  y Gretel regando migas de pan. Sentía que todos la veían. Se acercó a saludar al anfitrión del baile, el rey Pinocho.


-Tenga usted muy buenas noches su majestad. –le dijo con mucha cortesía.

-Cenicienta, te esperaba desde temprano. Nunca faltas a una fiesta en este reino. –le dijo el rey Pinocho.

-Por ningún motivo habría faltado.

-Sí, de eso estoy seguro. –le dijo mirándola de pies a cabeza. –luces hermosa Cenicienta.


Al decir esto, su nariz creció. Cenicienta, al instante se sintió mal. Sabía que las botas la hacían lucir ridícula. Se dio la vuelta y salió del salón. Bajando las escaleras se quitó las botas porque no podía correr con ellas. Las botas quedaron abandonadas. Ya no harían ver fea a Cenicienta y así el rey Pinocho la aceptaría.  Y llorando fue a buscar el espejo mágico y le preguntó:


-Espejito, Espejito, ¿En verdad soy tan fea?
Una voz muy dulce y  familiar le respondió:
-Eres la más bella que nunca antes había visto.
Ella se sorprendió. Buscó por todos los rincones de esa habitación. Por último miró detrás del espejo, era Pinocho arrepentido diciéndole: 
-Eres la más bella que jamás había visto.


Ella mágicamente vio que su nariz volvió a la normalidad. Entonces, Cenicienta se puso muy contenta. Pinocho juntó sus manos frías, rusticas y duras con las cálidas y tiernas manos de Cenicienta. Fijamente la miró a los ojos con gran ternura y le pidió que se convirtiera en su reina. Ella no lo pensó dos veces, y feliz le dijo que sí.


Pinocho tomó a su amada entre sus brazos y la besó. Una luz resplandeciente envolvió a Pinocho y se convirtió en un apuesto caballero. Esto es sólo el comienzo de una maravillosa historia de amor.







6.9.12

Caperucita en tren




Caperucita era una pequeña niña que vivía en una gran ciudad. Esta pequeña debía madrugar todas las mañanas a llevar el desayuno a su abuelita que vivía en un pueblo cerca a la ciudad. Para poder llegar hasta donde su querida abuelita debía tomar el mismo tren todas las mañanas.
Cierto  día todo cambio. Caperucita llegó a la estación  a tomar la  misma ruta, pero se demoró un poco, mientras esperaba se le acercó un lobo y muy discreto le preguntó:
-¿pequeña a donde te diriges?-
Ella, un poco asustada le contó que debía ir donde su abuelita a dejar el desayuno. El  lobo propuso entonces que ya que el tren estaba retrasado,  le prestaría su bicicleta para que llegara más rápido. Ella aceptó, pues estaba muy demorada con el desayuno de su abuelita. Caperucita cogió la bicicleta. Pedaleó y pedaleó  para poder llegar a tiempo. El lobo se quiso pasar de listo y tomó el tren que llegó unos minutos después de que Caperucita saliera de la estación. Por esta razón, llegó más rápido donde la abuelita. Tocó la puerta de la casa y ésta dijo:
“sigue chiquita, te habías demorado un poco”.
De repente, el lobo entró, la tomó por sorpresa y la encerró en el closet. Se puso la pijama de la abuela, y se acostó a la espera de Caperucita.
La niña llegó muy cansada de su trayecto en bicicleta y entró a darle el desayuno a su abuela. Se sorprendió muchísimo.
-         Abuelita… ¡qué ojos tan grandes tienes!- dijo Caperucita.
-         Son para verte mejor, hijita – respondió la abuela.
-         ¡abuelita, que orejas tan grandes tienes!- siguió ella-.
-         Son para oírte mejor – susurró
-         ¡abuelita, que boca Tan grande tienes!
-         ¡Es para comerte mejooooorrrr! – respondió dando un enorme salto para devorarla.

Caperucita empezó a gritar: “¡auxilio! ¡Ayúdenme! ¡El lobo me quiere comer!”. Casualmente, la Sijín estaba haciendo su recorrido de rutina. Al escuchar los gritos de la pequeña derribaron la puerta para poder ayudarla. Caperucita muy agradecida emprendió la demanda contra el lobo por agresión física y psicológica. Los guardias de seguridad arrestaron  al lobo y lo llevaron a la estación de policía, donde su juicio se llevará a cabo en estos días.
Después de este incidente, sacó a su abuelita del closet y juntas tomaron el desayuno tranquilas y felices.

Cenicienta y el Lobo



En una pequeña ciudad, vivía la niña más humilde del bosque con su madrastra llamada Blanca nieves y sus odiosas hermanastras Risitos de oro y Caperucita roja.
Cenicienta trabajaba incansablemente como sirvienta para complacerlas, pues ellas siempre la maltrataban.
Cierto día, Cenicienta salió a recoger unas manzanas y fue sorprendida por un pequeño lobo que le dijo que conocía su situación y quería ayudarla.
Le propuso que se fuera con él y su vida cambiaría completamente. Cenicienta aburrida por el maltrato que recibía en su castillo, decidió aceptar su propuesta.
Ella, apresurada, corrió al castillo por sus apreciadas zapatillas, pues eran lo más importante que tenía. El lobo la esperaba en las afueras del castillo. Su madrastra, al ver lo que ocurría, decidió esconder una de ellas. Cenicienta muy triste bajó y le contó a su prometido lo que ocurría. Él, deseoso de llevarla, decidió ir al castillo por la zapatilla sin importar el riesgo que corría.
 - Si quieres recuperar la zapatilla debes correr al castillo en busca de ella y probártela. –Dijo Cenicienta - Así me daré cuenta si en realidad me amas tanto como lo dices.
El lobo, al subir al castillo, se tuvo que enfrentar a Blanca nieves y a la maldad de sus dos hermanastras. Al derrotarlas encontró la zapatilla y se la probó como su amada lo había dicho. Al ponérsela ocurrió algo extraordinario. El pequeño lobo se había convertido en un hermoso y apuesto príncipe. Al bajar del castillo, Cenicienta quedó asombrada al ver cómo el lobo había cambiado y descubrió que en realidad si la amaba.
De ahí, partieron a la cueva del nuevo príncipe en busca de la felicidad.

Alicia en el Castillo Encantado


El país de las maravillas era aquel lugar donde se trasladaban todos cuando soñaban. Alicia, sabía perfectamente que cada vez que leía un cuento, era como soñar despierta. Se elevaba tanto su imaginación que vivía una historia extraordinaria. Un día decidió cambiar el lugar donde siempre hacia la lectura. Se adentró tanto en el bosque que cayó por un pequeño agujero que la condujo a un grande y sombrío castillo. Alicia era sin duda una niña muy curiosa, así que decidió ir a averiguar quien habitaba en ese castillo tan tenebroso.
Al abrir la reja para entrar al castillo, se encontró con un conejo blanco que muy mal humorado, miraba un gran reloj que había sacado de su bolsillo.
-       Voy a llegar tarde, sé que voy a llegar tarde, solo me quedan unos días
 – dijo el conejo.
Y siguió corriendo refunfuñando. Alicia quedó maravillada, con lo que acababa de ver.
-       Que cosa más extraña, un conejo que anda por ahí mirando un reloj y diciendo que va a llegar tarde ¿A dónde irá? Pues yo no me quedo sin saberlo, voy tras de él.
Y sin pensarlo siguió al conejo blanco que, un poco más adelante entró por una gran puerta con varias calaveras a su alrededor. Alicia no lo perdía de vista y también entró por aquella puerta. Y así, fue a parar dentro del castillo, que estaba lleno de telarañas y cosas muy antiguas.
-       Este castillo debe ser del conejo – dijo Alicia.
De repente, vio de nuevo al conejo. Pero esta vez cruzaba una puerta pequeñita.
-       Qué pena, me quedaré sin saber a dónde va el conejo. Soy muy grande y no podré entrar por esa puertita.
Decidió ir a ver qué encontraba en el castillo. Abrió muchas puertas y descubrió muchos vestidos de princesas, joyas de oro y zapatillas doradas. Alicia estaba maravillada de ver tantas riquezas juntas. Se olvidó por un momento del conejo blanco. Repentinamente escuchó un ruido y salió de prisa para ver qué ocurría. Para su sorpresa, se encontró con un gran comedor adornado magistralmente. La comida estaba lista.
-       Que raro no había nada aquí, ¿quién preparó todo esto?
En ese instante, salió una taza de azúcar y sirvió la mesa. Las sillas también se prepararon y todo quedó listo para que fuera una cena inolvidable. Alicia se sentó y disfrutó del espectáculo que hacían los cubiertos, platos, pocillos y demás, al desfilar por el comedor.
-¡No puedo creerlo! aquí todo esta encantado. Tomaré una taza de té que tan amablemente me han servido y seguiré buscando al conejo.
Minutos más tarde, Alicia recordó al conejo blanco. Entonces tomo dos pastelillos y siguió su camino. Luego de recorrer un buen rato, encontró una puerta de oro. Al abrirla, vio una figura,  de espaldas, que se movía cerca a la ventana.
-       ¿Le puedo ayudar en algo? – preguntó Alicia. -¿Ha visto usted un conejito blanco por aquí?
-       Jamás he visto conejos en este castillo – respondió con voz fuerte la bestia mientras daba la vuelta.
 Al verlo Alicia casi se desmaya, pero tratando de sobreponerse, le volvió a preguntar:
-¿Le puedo ayudar en algo? Se ve usted muy triste.
- me eres muy útil, pero si me quieres ayudar, tendrás que descubrir tú misma cómo hacerlo.
Alicia notó que cerca de la bestia, había un rosa encerrada en un cristal y apunto de marchitarse. Ella  salió de la habitación y prosiguió su camino. Después de un rato de recorrer el enorme castillo sintió hambre, y se sentó a comer uno de los pastelitos que había tomado en el comedor. Al instante se dio cuenta que su tamaño se redujo mas de la mitad.
-       De seguro que ahora si entraré por aquella puerta tan pequeña. No me quedaré sin saber a dónde fue el conejo.
Se encaminó hacia la puerta y al entrar le llamo la atención que los jardineros se entretenían pintando las flores de muchos colores. Esta parte del castillo era muy diferente a lo que ya había visto. Era llena de vida y de muchos colores. A todos preguntó Alicia por la dirección del conejo, pero nadie supo darle razón. Ella decidió seguir caminando, para ver qué encontraba. Más adelante escuchó varias voces que entonaban cantos guerreros, aligeró el paso para ver que sucedía. Al llegar al sitio vio un cortejo de cartas y delante de ellas el conejo blanco.
-       ¿Qué haces aquí Alicia? – preguntó el conejo.
-       ¡Vaya! ¿con que por esto era tu prisa?
-       Soy el mayordomo mayor de la reina de corazones. Ahora tendrás que jugar una partida de cartas con ella, para poder salvar a Bella. Y si ganas, te apresará junto a Bella, pero si nota que haces trampa para perder, te apresará  también ¿Ves ahora por qué no quería que vinieras?
-       Pero… ¿Quién es Bella?
-       Bella es una linda niña a quien la reina no tolera por pretender casarse con el príncipe de este castillo. Mi reina esta enamorada de él. Apenas se enteró que éste se casaría con ella, mando a traer a la chica. Sumergió el castillo y al príncipe en las tinieblas con un poderoso hechizo. Desde entonces, el príncipe quien es ahora una bestia, espera por alguien que lo ayude a salvar a Bella antes de los 8 días que dio la reina para que ella regrese. El símbolo de ese tiempo es una rosa que reposa en una habitación del castillo. Si tú no salvas a Bella antes de que termine el día, la bestia morirá al tiempo que se marchite la rosa.
Alicia comenzó a temblar y trató de esconderse detrás de una de las cartas, pero la reina la vio enseguida.
-¿Quién eres tú? Preguntó enfadada la reina.
- pues... yo majestad… soy Alicia.
Bien Alicia, vamos a jugar una partida de cartas.
Alicia se asustó, sin embargo, comenzó la partida tratando por todos los medios de ganar, pero al mismo tiempo de no hacer enojar a la reina. Ésta que era muy astuta se dio cuenta enseguida y dijo:
-       ¡soldados, captúrenla!
Alicia se vio perdida, echó a correr perseguida por los soldados. En la huida vio a Bella sentada en un balcón y custodiada por dos guardias. De repente, recordó los pastelillos.
-Comeré uno a ver si recupero mi tamaño normal.


Alicia sacó un bizcocho, se lo comió y comenzó a crecer…  alcanzó su estatura normal. Entonces, tomó a Bella en sus brazos y pudo escapar corriendo para que no las alcanzaran. Más adelante, cuando ya nadie las perseguía, comió del pastel que redujo su estatura para poder pasar por la puerta pequeña. Ya en el castillo Alicia y Bella comieron del pastel otra vez para recuperar su estatura normal. Bella corrió al lado de su amado quien estaba agonizando de tristeza junto a la rosa. Al darle un beso el hechizo desapareció. El príncipe ya no era una bestia y poco a poco los cubiertos, pocillos, platos, etc, quienes estaban encantados también fueron recuperando su forma natural. El príncipe y bella se casaron y Alicia se despertó justo cuando sonaron las campanas de bodas.