7.9.12

El sueño de Aurora



Una vez más se hizo de noche y no aparecía. Todos en el reino estaban preocupados, aunque ya era costumbre. De tanto que la buscamos la encontramos en el lugar menos pensado. Se había quedado dormida en el pozo donde mi mamá, una criada más del castillo, sacaba agua para lavar los más finos trajes de la princesa y rociar las coloridas plantas del jardín. Y yo, como siempre, le di un pinchazo en sus mejillas sonrojadas.
-¿Por qué siempre me despiertas así? –Me contestó con su orgullosa forma de hablar.
-Pues quién te manda a quedarte dormida en todas partes.
Era una jovencita muy bella,  astuta y con mucho dinero, pero muy orgullosa, caprichosa y dormilona.
Aurora y yo habíamos sido amigas desde nuestra niñez. Nos gustaba divertirnos haciendo travesuras y jugar a las muñecas. Pero ahora hacíamos cosas más interesantes: piyamadas, veíamos películas y salíamos  a bailar. En cierta ocasión estábamos en la pista de baile cuando él entró. Era el joven más guapo, tenía un cuerpo esbelto, con una mirada profunda, y era deseado por todas las princesas del país. En este instante, caminó hacia nosotras. Mi corazón latía aceleradamente y las manos comenzaron a sudar. Mi piel se erizaba, Creí que venía hacia mí para que bailáramos, pero no fue así. Se dirigió con los brazos abiertos a recibir a Aurora que lentamente caía, pues se había quedado dormida. Sentí mucha ira al ver que mi mejor amiga, había robado la atención de mi príncipe, aun coqueteándole al conde Edward Cullen.
Yo le había perdonado muchas veces sus regaños y humillaciones. Pero esto era imperdonable, pensé en vengarme de ella. Y entonces, decidí llamar a las tres ha das que habían visitado a Aurora en el momento de su nacimiento. Ellas atendieron a mi llamado. Yo las esperaba con panquecillos de caramelo que contenían unas sustancias para inmovilizarlas. Ellas muy inocentes y ansiosas las recibieron porque se veían muy provocativas y tenían un aroma tan dulce. Confiadas los probaron y al instante cayeron al suelo. Al lograr mi objetivo tome sus varitas mágicas para darle una lección a mi “amiga”.


Llego el día de la gran fiesta. Los quince años de Aurora. Resonaban trompetas y alboradas.Con el poder que obtuve podía conseguir todo lo que quería. Me vestí  con un traje elegante. Quería llegar más bella que Aurora. Como buena invitada, le entregué un obsequio. Era un perfume especial, que hice para ella. Emocionada se lo aplicó.

En ese momento, como cosa rara ella, comenzó a sentir sueño. Cerró sus ojos azules hasta los próximos cien años. Yo perdí la varita y no pude hacer nada por ella. Pero logré conquistar a mi príncipe y tener hijos.


Hasta este momento esta historia del gran castillo durmiente ha estado en lo oculto. Me siento totalmente arrepentida y dolida de tal hecho tan malvado. Pero hoy estoy decidida a sacar a la luz esta verdad. Tengo la esperanza de que mi hijo menor, Jacob, puede remediar mi mala acción.




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