Gretel
estaba cansada de encontrar la nevera sin nada que comer porque Hansel pensaba
sólo en su estómago. Muy hambrientos
salieron a buscar comida al supermercado. Tomaron la canasta y la lista de compras.
Al
llegar al lugar, comenzaron a llenar el carrito con muchos alimentos. Empacaron
frutas, verduras, granos y muchos dulces. En el momento de cancelar echaron
mano a su bolsillo.
-Hansel,
dame el dinero. No lo tengo en mi bolsillo.
-Yo
no tengo hermana.-dijo Gretel angustiado.
-A
ver jovencitos, ¿Quieren jugarme una broma?-dijo molesta la cajera.
-No
señora de ninguna manera. Olvidamos traer el dinero.
Hansel
y Gretel apenados salieron del supermercado. Ya se estaba haciendo de noche y
preocupados por volver a casa se perdieron. Gretel, pasó por la vergüenza de
pedirle a un señor muy elegante una moneda para llamar a su padre. Se
dirigieron a la primera cabina telefónica. El aparato sonó y sonó hasta que la
voz de su madrastra contestó:
-Buenas
noches, ¿Con quién tengo el gusto de hablar?
-¡Hola!
Somos Hansel y Gretel.-dijo la jovencita apurada- No sabemos en qué parte de
esta inmensa ciudad nos encontramos. Creo que nos hemos perdido. Además, ¡No
tenemos dinero!
-¡Cálmate
nena! Tu padre no se encuentra en casa y yo lamentablemente no me siento de
ánimo para salir a buscarlos. Yo no los obligué a que salieran de la casa.
Además, no tengo dinero para tirar al cielo. Ya saben cómo está la situación.
-Precisamente
salimos a conseguir algo de mercado. No entiendo por qué nos hablas de esta
manera.
-En
realidad no entiendes.-dijo la mujer riendo a carcajadas.- Obviamente me han
hecho un favor. Ahora tendré la atención de tu padre sólo para mí. Creo que la
llamada se cortará. Hasta nunca.
Recorriendo
las estrechas calles de la ciudad, los chicos sentían mucha hambre y frío y no
tenían donde pasar la noche. Además, se dieron cuenta que se acercaba una gran
tormenta. Apurados tocaron la ventana de una pastelería que estaban cerrando.
-Niños…
¿Qué hacen a estas horas de la noche por aquí? -dijo la señora de pastelería-
pasen por favor, se van a resfriar.
-Siéntense
niños, tengo unos deliciosos pastelitos recién salidos del horno.
Ellos
sin pensarlo los tomaron y se los comieron todos sin dejar ni una migaja en la
mesa. Veían a la señora como un ángel que llegó para ayudarlos. Era robusta, de
cabellos lacios y de nariz fina y puntiaguda. La señora Mazabelina Los dejó
dormir en la pastelería con la condición de que le ayudaran al día siguiente a
hacerle publicidad a su negocio.
Muy
temprano, los niños se levantaron
contentos a asear el lugar. Llegó la señora y vio que todo estaba
impecable, los pisos parecían espejos y los implementos de cocina estaban
perfectamente ordenados.
-¡Todo
se ve muy bien! Ustedes son muy eficientes. Tendrán que hacer otro oficio. Me
encanta ver los niños disfrazados de panecillos atendiendo a los clientes que
vienen a mi tienda- dijo con un tono irónico y malvado.
-¡Pero
señora! Usted nos ha hecho un gran favor pero creo que ya estamos a mano. En
verdad estamos agradecidos pero queremos regresar a casa.
-¡Eso es imposible! Ustedes seguirán siendo los que
trabajen para que cada día crezca esta tienda.
Los
pequeños no tuvieron opción. Disgustados se colocaron esos atuendos. Salieron
al frente de la pastelería e invitar a las personas a que siguieran. Se
quedaban mirándolos y los carros pitaban burlándose. No quisieron humillarse
más. Entonces Hansel y su hermana
entraron a la cocina y se dirigieron a doña Mazabelina.
-¡No
aguantamos más! ¡Nos vamos a casa! -dijo Gretel.
-¡No
es posible! Yo los ayudé ayer cuando más me necesitaban. Deben obedecerme. -dijo
disgustada. – ¡Los niños desobedientes no me gustan!
Mazabelina
se enfureció y quería atraparlos. Los niños querían salir de allí. No tenían
con qué defenderse así que comenzaron a tirarle la harina, los huevos y toda la
crema que encontraron. Mazabelina parecía una torta arruinada en el suelo. Los
niños salieron corriendo. Tomaron un bus cualquiera que los llevara lejos. Aun
vestidos de esa manera, se reían a carcajadas recordando cómo se veía la
señora.
Los
niños llenos de risas reconocieron un parque que solían visitar y allí se
bajaron. Por fín llegarían a casa de nuevo.
está bonita la historia y esos dibujos divinos. felicidades.
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